lunes, 30 de septiembre de 2013

¿Y la violencia de los dirigentes?

Por Alejandro Pino Calad

Eduardo Pimentel, a la vez que amenazó periodistas, declaró su apoyo a Álvaro Uribe.

Estamos en un momento histórico: por primera vez toda la sociedad colombiana, incluyendo a los propios hinchas, está pensando en una lucha de frente contra la violencia de las barras bravas del fútbol. Lamentablemente, hay dirigentes con gestos que parecen no entender que esto es de todos, no sólo del barrista y la Policía.

El problema de los barras es social, nace en los hogares sin oportunidades, en una cultura pulida en la moral de la violencia partidista en la que el otro es mi enemigo, y en la herencia del narcotráfico en la que todo vale y se necesita ganarse el respeto al costo que sea, incluso al de la vida ajena o propia; pero creer que no tiene que ver con el fútbol es tan naíf como creer que el fútbol no es un negocio o una herramienta política.

El barrista, sea delincuente o no, es alguien que encuentra su razón de vida en el equipo y su comportamiento tribal (violento) se explica en la reafirmación de su identidad a partir de la negación de los que son diferentes. Así se han comportado desde las pandillas adolescentes hasta las masas nazis: mi yo depende de la supremacía sobre el otro y eso es sólo el reflejo de un grupo social profundamente carcomida, sin educación y sin un proyecto común como sociedad. Y si el punto de encuentro de estos jóvenes es el fútbol, pues el fútbol podría ser el primer paso para la solución.

Pero ojo, la solución no es cancelar torneos ni que Millos se vista de verde y Nacional de azul… ¡Menos culiprontismo y más trabajo social! Si se respaldaran programas con barras, si se trabajara en los barrios, si existieran oportunidades… pero sólo show: claro, vienen elecciones y como el fútbol da pantalla y la pantalla da votos, todos los que están en el poder se interesan por el tema. Bueno, todos, menos algunos dirigentes del fútbol a los que poco les interesan las elecciones y parece que menos el discurso de paz.

Las amenazas de Pimentel

Eduardo Pimentel, polémico como jugador y polémico ahora como dirigente, no da precisamente el mejor de los ejemplos cuando amenaza desde su cuenta de Twitter a periodistas. Todo comenzó muy directo, como casi siempre con Pimentel (porque es directísimo cuando el tema lo afecta), y hace doce días escribió que iba a demandar a un periodista de El Espectador: “Ahora comienzo demanda penal contra Espectador y periodista Valverde, por ejercer el sicariato periodístico malintencionado, de a uno atiendo” (sic), dijo haciendo referencia a Juan David Laverde (como quien dice, la demanda comenzó mal), quien había publicado esta investigación en el diario bogotano sobre un proceso que adelanta la Fiscalía General de la Nación sobre un posible lavado de activos en Boyacá Chicó.

Según el reporte de Laverde, Pimentel habría incurrido en irregularidades en la transferencia de Marco Pérez y en los manejos financieros del club entre 2005 y 2007, pero, además, recuerda que en este momento el dirigente y su club son protagonistas del ‘Caso Yhonny Ramírez’, una novela en la que la dirigencia del fútbol colombiano no puede permitir que el futbolista de Millonarios gane por ningún motivo.

Por supuesto, Pimentel está en todo su derecho de demandar a Laverde (para él, Valverde) si siente que se está afectando su honra y su buen nombre, está en la Constitución (esa que le encanta saltarse con sus leoninas formas de contratación a sus futbolistas), pero ahí es cuando el exfutbolista se empieza a convertir en un promotor de violencia: después de anunciar las acciones legales amenaza: “Periodistas Hoyos, Valverde, Samper, y otros quedan notificados “que si los veo les doy en la cara Maricas, para que aprendan a respetar” (sic). Ya sabemos quién es “Valverde”, “Samper” se refiere a Daniel Samper Ospina, columnista de Semana y crítico del dirigente, y “Hoyos” es José Fernando Hoyos, editor de informes especiales de la misma revista que ha publicado varios artículos sobre el ‘Caso Yhonny Ramírez’

Lo peor es que esta invitación a la violencia absurda y descarada (porque insisto, una cosa es que demande, está en todo su derecho, y otra que amenace con agresiones) llegó justo después del asesinato de Edison Alberto Molina, periodista de Puerto Berrío, Antioquia, quien había denunciado la corrupción del gobierno local lo que condujo a amenazas en su contra y terminó con él tiroteado a la salida de Puerto Berrío Stereo.

¿No es una invitación a la violencia el que uno de los dirigentes del fútbol colombiano salga a amenazar públicamente a periodistas que lo han criticado o investigado? Lo más absurdo es que la Dimayor, la misma que lo multó con $23 millones por decir que los árbitros en Colombia tenían padrino, con lo que se afectaba “la imagen del fútbol colombiano” según la sanción, no ha dicho ni pio. ¿No es peor para la imagen del negocio de Bedoya, Jesurún y compañía que uno de los que se sienta con ellos en las asambleas de clubes diga que le va a dar en la jeta a los periodistas?

No hay mayor muestra de inmadurez que no saber recibir críticas y no existe mejor prueba de falta de cultura que tener que recurrir al matoneo para defenderse. ¿Argumentación? Difícil cuando el personaje en cuestión cree que subiendo el volumen es que se ganan las discusiones.

Esto no es nuevo, por supuesto, y no es exclusivo del fútbol, pero en últimas estos señores, todos tan ricos, todos con hijos estudiando en universidades carísimas, todos con el título de ‘Presidente’ o ‘Don’ según el interlocutor, son una muestra más, una importantísima por cierto, de las debilidades de nuestra sociedad y de que el tema de la violencia sí tiene que ver con el fútbol.

Otro botón: José Fernando Salazar

Para la muestra está otro botón: José Fernando Salazar, presidente de Itagüí, el mismo que trató a los futbolistas de “prostitutas” en la famosa asamblea en la que todos los dirigentes se fueron en contra del presidente de Millonarios por haber contratado a Yhonny Ramírez y lo señalaron de “traidor”, explotó en su cuenta de Twitter tras un mal arbitraje de Juan Pontón en el Itagüí-Millonarios del domingo.

El arbitraje fue malo, es cierto, pero lo fue para los dos y Salazar sólo vio las fallas en su contra señalando que el árbitro “favorece al mismo como sucediera en clásico capitalino”. Esto es declarar que el juez pitó a favor de Millos y, por supuesto, miles de personas (la gran mayoría hinchas del azul) le empezaron a reclamar que fuera ecuánime. El problema empezó porque muchos seguidores embajadores señalaron que Salazar les había gritado “asesinos” a los aficionados visitantes presentes en Ditaires.

Acá voy a hacer una pausa: Salazar, quien jugara en Millonarios, es explosivo y a la vez su cuenta de Twitter está cargada de mensajes de la Biblia y citas de Paulo Coelho y Walter Risso. Esa curiosa dicotomía me ha llevado a parodiar su cuenta en Blu Radio con un espacio que llamo “El Hermano José Fernando” que sé que el tipo se goza… es un presidente eficiente que ha hecho una labor titánica con Itagüí y la comunidad de esta población del Valle del Aburrá, y si uno mira su equipo siempre ha estado peleando y por eso hoy está en Copa Sudamericana. De veras quiero creer que Salazar no le gritó “ahí están los asesinos de Bogotá” a una tribuna visitante, no es digno de un presidente de club y, hasta el momento, las pruebas son las declaraciones de hinchas rivales, lo que las compromete.

Pero al “Hermano José Fernando” se le saltó el “Fercho” y, tras ser cuestionado por la periodista Giselle Aparicio sobre el hecho, le envió un mensaje claro de amenaza: “Habrá que mostrarle a Gabriel Reyes como esta honorable periodista propicia paz desde su cuenta”. Por si no lo ubican, Reyes es el presidente de RCN, la empresa en la que trabaja Aparicio, y lo que hizo Salazar fue intimidarla con sus patrones por interrogarlo. Mejor dicho, la amenazó.

La historia de Salazar, si se mira bien, es muy similar a la de Pimentel: exfutbolistas que se han dado la pela de crear equipos y tratar de cautivar hinchadas y que lo han hecho con mucho éxito. Son unos titanes en su tarea y hay que aplaudirlos por las cosas buenas que han hecho, pero eso no les da derecho de amenazar a quienes les critican las malas decisiones o los cuestionan sobre ellas. Tanto Pimentel como Salazar pueden pasar al plano legal si sienten que algún periodista los difama, ese es el deber ser, pero tomar la pose del matoneo no sólo los hace quedar mal a ellos, sino a toda la dirigencia del fútbol colombiano.

Eso, señores, es generar violencia desde arriba. Lo lamentable es que no es la primera vez (ya una cabeza que criticaba rodó por presión dirigencial en un programa radial de la mañana), que seguramente no será la última y que ya se está volviendo un hábito de los dirigentes de nuestro fútbol que, cuando tienen una piedra en el zapato y no tienen cómo quitársela, hacen sentir el poder comercial y político que ha adquirido la Federación en los últimos años.

Le pasó al legendario Klim en El Tiempo cuando Alfonso López pidió su cabeza, no le va a pasar a uno que no es nadie…  en fin, yo sólo digo: #NoNosCallarán, el fútbol y sus dirigentes, por más poder que tengan con la primera clasificación al Mundial desde 1998, no pueden estar por encima de las leyes.

Tomado de Golcaracol.com

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